Tras la segunda lectura de La piedra filosofal, cuyas impresiones ya expusimos en otro artículo, hemos gozado de una segunda lectura de La cámara de los secretos y hemos tenido exactamente la misma sensación.
Además de la excelente historia que explica, más compleja que la anterior y con muchos más elementos misteriosos y oscuros, Rowling sigue desarrollando los personajes ya conocidos en el primer libro, además de añadir nuevos. La relación entre Harry, Ron y Hermione sigue consolidándose como una fuerte amistad no exenta de desavenencias y conflictos. También se profundiza en la relación entre Harry y Dumbledore, estrechándose fuertemente a raíz de los hechos del final de la historia. Pero, sobre todo, lo más importante de este segundo capítulo es que se amplía mucho todo lo referente a Voldemort y sus antiguos partidarios, en especial el antipático Lucius Malfoy, padre de Draco. También se explica algo de historia de Hogwarts, en concreto sobre sus cuatro fundadores. Además, se muestra más sobre lo concerniente a la organización política del mundo mago, presentando por primera vez al ministro de magia, Cornelius Fudge, y se habla de la prisión mágica, Azkabán. Asimismo, también conocemos más sobre el mundo social de los magos: visitaremos el sórdido callejón Knoctum, evitado por la mayoría de magos y frecuentado por todos aquellos que se sienten atraídos por las artes oscuras o que necesitan artículos de dudosa legalidad. Se vuelve a incidir en la cuestión del racismo y clasismo de algunas familias aristocráticas de magos. “Cada vez tiene menos importancia pertenecer a una estirpe de magos”, se queja el señor Borgin a un desagradable Lucius que estaba reprendiendo a su hijo Draco por haber sido superado por una sangre sucia (Hermione). También empieza a exponerse una cuestión que será ampliada en posteriores entregas: la situación de esclavitud de los elfos domésticos, de los cuales conoceremos a Dobby, uno de los personajes más conseguidos de la saga, que nos acompañará en siguientes entregas.
Y, como en el anterior libro, muchos de los detalles que en la primera lectura de la saga no dábamos demasiada importancia, ahora resultan tremendamente significativos, lo que dan una profundidad de lectura muy grande.
El hecho de que Harry pueda oír la voz del basilisco, que como serpiente que es habla pársel, es un misterio que empieza a desvelarse, puesto que veremos cómo Tom Ryddle (más bien, su recuerdo), el futuro Voldemort, también habla pársel, igual que el antiguo Slytherin. Tras leer toda la saga sabemos ya por qué Harry comparte esta habilidad de manera instintiva con Slytherin y su heredero (Voldemort), y de hecho Dumbledore ya apunta a algo que se desarrollará enormemente más adelante: “Si no estoy muy equivocado, él te transfirió algunos de sus poderes la noche en que te hizo esa cicatriz. No era su intención, seguro…”. También se hablará más sobre los motivos del fracaso de Voldemort al intentar matar a Harry.
Algo interesante es que, más allá de la conexión entre Harry y Voldemort por los hechos del pasado (el intento de asesinato frustrado por la magia de Lilly al sacrificarse por su hijo y la transferencia de algunos poderes de Voldemort a Harry), también se establecen paralelismo entre las vidas de Harry y Tom Ryddle (Voldemort): ambos eran de estirpe mixta (medio magos y medio muggles), perdieron sus padres y llegaron a Hogwarts sin saber que eran magos.
En definitiva, La cámara de los secretos tiene una segunda lectura igual de fecunda que el primer capítulo. No sólo disfrutaremos de revivir una buena aventura de fantasía, ya más oscura que la anterior, sino que volveremos a encontrarnos con multitud de cuestiones y detalles que cobrarán mucha significación en esta segunda vuelta. La sensación de universo que se va construyendo poco a poco con firmes fundamentos y que todo va quedando entrelazado a la perfección es muy potente, mostrando por qué J K Rowling es una de las grandes escritoras no ya del siglo XX, sino de toda la historia de la literatura.
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