El Exorcista

Publicado el 25 de septiembre de 2022, 12:45

Obra maestra. No se puede calificar esta novela de otro modo. Pese a que El exorcista es mundialmente conocido por la magnífica película de 1973, dirigida por William Friedkin, y que a día de hoy es una de las mejores películas de toda la historia del cine, originalmente fue una novela publicada en  1971. Hay que mencionar que su autor, William Peter Blatty, escribió el guión de la película, lo cual es una de las grandes bazas de esa maravillosa (y terrorífica) adaptación cinematográfica.

 

En esencia, la novela y la película tienen la misma historia y trama. Regan, una niña de doce años simpática y risueña, empieza a modificar su comportamiento, derivando en conductas agresivas, que degenerarán en comportamientos violentos y en una somatización de los cambios mentales, manifestándose físicamente en grotescos cambios físicos. Todo ello, precedido de un capítulo introductorio en el que un sacerdote arqueólogo, el padre Merrin, encuentra una estatua del demonio Pazuzu ante la que siente que un viejo enemigo sobrenatural suyo volverá a manifestarse en el mundo de los vivos. Y ahí va uno de los grandes logros de la novela, que paradojalmente se ve empañado por la enorme influencia de la película: en toda la trama, hay siempre la duda de si lo que se le sucede a Regan es un brutal trastorno mental causado por su difícil situación psicológica debida al divorcio de sus padres, o si por el contrario es víctima de una posesión demoníaca. La película, pese a exponer esta duda, se extiende mucho más en los aspectos más oscuros y claramente satánicos: fenómenos paranormales, el pavoroso rostro de Pazuzu apareciendo intermitentemente en varios momentos de forma subliminal y una atención muy clara al rostro casi desfigurado de Regan. En cambio, en la novela se da más protagonismo a la discusión médica, con un mayor contraste entre las explicaciones racionales de los médicos y los efectos psicosomáticos de Regan que, al mismo tiempo, se exponen de forma mucho más inquietante: más personalidades emergidas, más cambios de facciones y una situación física tal vez no tan terrorífica pero más grotesca: a los vómitos verdes y escupitajos se le añaden diarreas, fétidos hedores que surgen del cuerpo, etc. Hasta el final de la novela, el lector puede tener la duda de si realmente Regan estuvo poseída por Pazuzu y otros demonios, o si fue un caso extremo de trastorno mental. La parte más propia del género de novela negra también está muy conseguida, de modo que las pesquisas policíacas del teniente Kinderman, incluyendo sus dudas y certezas, se integran perfectamente en la trama de Regan, retroalimentando las dos vertientes de la novela (la terrorífica y la policíaca). Toda la novela presenta un viejo tema: el conflicto entre Fe y Razón, la tentación de explicar mediante la religión todo aquello que la ciencia es incapaz de explicar, así como la aceptación de la Fe en situaciones desesperadas en las que la lógica y la ciencia no pueden dar ni respuesta ni solución. 

 

Aun con la duda constante sobre si hay o no posesión demoníaca realmente, la novela se encuadra netamente en el género de Terror. El estilo de escritura de Blatty ayuda a crear una atmósfera oscura y agobiante, incluso cuando las hipótesis médicas aún son firmes. Su prosa es sobria, sencilla y ligera, pero muy directa. La falta de conectores oracionales, que se podría considerar una falta de habilidad literaria, en su obra se convierte en un aguijón de miedo e inquietud. Con una breve sucesión de oraciones cortas, consigue crear una sensación de congoja y tenebrosidad que permanece durante toda la lectura. Ya en su introducción, con el padre Merrin encontrando restos arqueológicos en el norte de Irak, nos arroja un fragmento inquietante que planeará sobre el resto de la novela:

 

“El templo de Nabu. El templo de Istar. Sintió vibraciones. En el palacio de Asurbanipal se quedó mirando, de reojo, una pesada estatua de piedra caliza, in situ: alas irregulares, pies con garras, bulboso pene saliente y rígida boca, que se estiraba en una sonrisa maligna. El demonio Pazuzu.

De repente lo abrumó una certeza.

Lo supo.

Aquello se acercaba.”

 

En definitiva, El exorcista es una excelente novela que merece ser leída, tanto si has visto la película como si no, incluso aunque no te guste el film (algo bastante improbable). 

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