Esta primera novela de la saga Harry Potter es un libro muy interesante, sobre todo en su segunda lectura. Puede leerse simplemente como un libro de fantasía juvenil, y así se vive en una primera lectura. Es una buena historia, bien hilada y con un tempo muy bien medido, con varios personajes bien dibujados y unos diálogos vivos y dinámicos.
Pero más allá de esto, lo realmente interesante de Harry Potter y la piedra filosofal es poder leer los cimientos de lo que será el universo Harry Potter. En este libro se van a exponer no sólo algunas de las localizaciones clave de toda la saga (Privet Drive, Hogwarts, el callejón Diagon, Gringotts, el Bosque Prohibido, etc) y la mayoría de los personajes principales (Potter, los Waesley, Snape, Dumbledore, Firenze, McGonagall, Hagrid, Hermione, Voldemort, etc), sino también algunas de las cuestiones que vana desarrollarse a lo largo de los restantes seis libros. Empezaremos a saber acerca de las reglas de las varitas en la tienda de Ollivander, habrá algunas menciones al antiguo mago tenebroso Grindelwald, conoceremos la rata de Ron de la que no podemos sospechar absolutamente nada, tendremos las primeras noticias sobre el racismo en el mundo de los magos, habrá alguna sospecha sobre la capacidad de Snape de leer la mente, el dolor que siente Harry en su cicatriz, la importancia del sacrificio de la madre de Harry, etc. Quien conoce la historia, ya sea por los libros o las películas, sabe que todas estas cuestiones que en este primer libro simplemente se exponen brevemente o se mencionan de pasada, adquieren una importancia y una profundidad enormes. Dicho sea de paso, las películas reducen en gran medida el desarrollo y la profundidad de todo el lore, dejando el universo Potter bastante vacío.
Algunas de estas cuestiones tendrán una importancia crucial en las siguientes entregas. Por ejemplo, la capa de invisibilidad que Harry hereda de su padre, y que utilizan tanto para cuestiones importantes como para hacer trastadas (Dumbledore menciona que James Potter la utilizaba para robar comida cuando estudiaba en Hogwarts), resultará ser una de las tres Reliquias de la Muerte.
La explicación que da Ollivander cuando una varita escoge a Harry en su tienda:
“Y resulta que la cola de fénix de donde salió la pluma que está en su varita dio otra pluma, sólo una más. Y realmente es muy curioso que estuviera destinado a esta varita, cuando fue su hermana…sí, fue su hermana la que le hizo esta cicatriz (...). La varita escoge al mago, recuérdelo…Creo que debemos esperar grandes cosas de usted, señor Potter…Después de todo, El-que-no-debe-ser-nombrado hizo grandes cosas…Terribles, sí…pero grandiosas”.
Esta exposición de Ollivander es la base de toda la relación y el fuerte vínculo entre Harry y Voldemort mediante la magia de los Horrocruxes, una de las más brillantes cuestiones de toda la saga, que entronca con algo que también empezará a manifestarse en este libro: los sueños que tiene Harry en los que, aunque aún no lo entiende, muestran lo que hace Voldemort, pero como si él mismo lo fuera. Realmente, encontrar todos estos detalles tras haber leído la saga entera hace que leas este libro de modo totalmente distinto a cómo lo hiciste la primera vez.
También empieza a construirse una de las mejores subhistorias del libro: la tragedia del profesor Snape, cuando Dumbledore le explica a Harry por qué odiaba a su padre y, en consecuencia, a él. Aquí ya empezamos a empatizar con el antipático mago de nariz aguileña, pero tras haber leído la saga y saber todo el dolor que esconde por el amor desmedido que sintió por Lilly, estos detalles se hacen mucho más profundos y trágicos.
Otro detalle que en la primera lectura pasa desapercibido, pero que gana mucha fuera en la segunda, es cuando, en el capítulo 13, leemos:
“Harry no se imaginaba cómo podía saberlo…aunque a veces tenía la horrible sensación de que Snape podía leer los pensamientos”.
Este pequeño fragmento, claramente, es la base para todas las lecciones de Oclumancia que Snape dará a Harry mucho más adelante en la historia.
Una de las cuestiones más interesantes de esta primera entrega de la saga es la edificación del mundo mágico. Podemos empezar a ver ya algunas costumbres de los magos, los métodos que tienen para permanecer ocultos a la vista de los muggles, el importante papel que juego el quidditch en esta sociedad, la existencia del Ministerio de Magia y las jerarquías, convenciones, normas y leyes que rigen la comunidad mágica, así como su flora y fauna. Pero lo que es realmente fascinante es cómo la autora introduce el concepto de maldad, encarnada ésta en el por ahora desaparecido Lord Voldemort. La sociedad mágica se presenta como una comunidad relativamente compacta, cómoda y generalmente alegre. Sin embargo, hay una mancha negra en ella: en su pasado reciente, algunos magos siguieron al malvado Voldemort en su camino al poder, matando a muchos magos. Esto forma parte del pasado, pero las atrocidades de Voldemort aún pesan en la sociedad mágica, y el recuerdo del señor oscuro, así como el temor a que algún día pueda regresar, es algo siempre latente en todos los miembros de la comunidad mágica. El general tono juvenil y desenfadado de este primer libro tiene un claro contraste con las escenas en las que se habla de Voldemort, del cual ni siquiera se permite pronunciar su nombre. Es en este contexto en el que se tratan temas como la muerte, la ambición, la violencia por el poder, la crueldad y la posibilidad de que las buenas personas acaben al lado de los malvados. Estas temáticas, mucho más adultas, se van a ir desarrollando conforme la historia vaya avanzando. Es interesante ver cómo la saga pasa del tono juvenil y desenfadado de este primer libro, a un tono adulto y oscuro a partir de la tercera y, sobre todo, la cuarta entrega.
Por todos estos motivos, la lectura de Harry Potter y la piedra filosofal se ve enormemente enriquecida en su segunda lectura, tras haber leído previamente toda la saga. Incluso puede serlo tras haber visto sólo la saga cinematográfica, aunque como hemos apuntado antes, se pierden infinidad de detalles y matices.
Además de las cuestiones más amplias que ya hemos comentado, en una segunda lectura de este libro podemos encontrar algunos detalles curiosos que en su primera lectura se nos pasan por alto. Por ejemplo, en el inicio del capítulo 12, leemos:
“”El lago estaba sólidamente congelado y los gemelos Weasley fueron castigados por hechizar varias bolas de nieve para que siguieran a Quirrell y lo golpearan en la parte de atrás de su turbante”.
Personalmente, me hizo bastante gracia imaginarme la demoníaca cara de Voldemort debajo del turbante soportando los golpes que le enviaban (sin saberlo) los dos traviesos Weasley. Probablemente su cabreo debió ser antológico.
Podrían comentarse otros detalles y matices, pero dejaremos que el lector vuelva a sumergirse en esta magnífica primera entrega de Harry Potter y los descubra todos por sí mismos. Para finalizar, dejamos otro de los fragmentos que tendrán una importancia capital en el desarrollo de la historia, y que claramente hace referencia al funesto destino que espera a Harry Potter, el cual sólo es conocido -por el momento- por Dumbledore, que es el artífice de ese terrible destino. Es impresionante ver cómo estas breves líneas, que expone las palabras del centauro Firenze hacia Potter, esconden el núcleo de la terrible tragedia a la que deberá enfrentarse Potter:
“Buena suerte, Potter —dijo Firenze—. Los planetas ya han sido leídos erróneamente antes, hasta por centauros. Espero que ésta sea una de esas veces.”
Claramente, estas palabras encierran el hecho de que Harry Potter es un horrocrux, que su vida y la de Voldemort están vinculadas, y que Dumbledore es consciente del hecho de que es necesario que Harry muera para poder destruir completamente a Voldemort. Este terrible conflicto, que será expuesto, desarrollado y resuelto hacia el final de la historia, está contenido como diminuta crisálida en estas dos simples líneas, perfecto ejemplo de lo necesario que es darle una segunda lectura a Harry Potter y la piedra filosofal.
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